"Nivo, el Camaleón de Luz"
"Nivo, el Camaleón de Luz"
por daniloandresduran @daniloandresduran
- 79
- 2
- 2
Introducción
En la vasta y vibrante selva de Madagascar, Nivo, un camaleón blanco incapaz de cambiar de color, es objeto de burla por su diferencia. Su incapacidad para camuflarse lo condena a una vida de soledad y temor, hasta que un peligro inesperado sacude la selva: un halcón hambriento acecha desde las alturas. Mientras los demás camaleones confían en su camuflaje, Nivo debe tomar una decisión. Armado solo con su ingenio y su valentía, encuentra en su singularidad la clave para salvarse a sí mismo y a su grupo. Una historia sobre la aceptación, el valor y el poder de convertir una aparente debilidad en una fortaleza.

Materiales
Utilicé wikipedia, y word
Nivo, el Camaleón de Luz
Me inspiré en la crueldad que pueden tener los niños, el desconocimiento del porque de las diferencias
En lo más profundo de la selva de Madagascar, donde la luz del sol se filtraba entre hojas gigantes y lianas colgantes, vivía un camaleón muy peculiar. Se llamaba Nivo, y a diferencia de los demás, su piel era completamente blanca. No importaba cuánto lo intentara, no podía teñirse de verde como las hojas, ni de marrón como la corteza de los árboles, ni de dorado como la luz que se reflejaba en los charcos tras la lluvia. Siempre era blanco, un fantasma entre las sombras de la selva.
Los otros camaleones lo miraban con burla.
—¡Míralo! Nunca podrá esconderse, es como una hoja de luna flotando entre nosotros —decía uno.
—Es un blanco inútil, ¿cómo va a sobrevivir cuando los depredadores lo vean desde lejos? —se reía otro.
Nivo intentaba no escuchar, pero en el fondo sabía que tenían razón. Mientras los demás se fundían con el entorno, él quedaba expuesto como una piedra de río bajo la luz de la luna. Evitaba moverse de día y se escondía en las ramas más altas, donde pocos se atrevían a subir. Pero la soledad pesaba y el miedo a ser atrapado lo perseguía cada noche.
Un día, la selva despertó con un peligro inesperado. Desde el horizonte, una sombra se deslizó entre los árboles: un halcón de alas anchas, de ojos afilados, que buscaba algo que comer. Los camaleones se quedaron inmóviles, confiando en su camuflaje. Pero el halcón tenía hambre y paciencia, y sabía que algo se movía entre las hojas.
Nivo sintió su corazón latir con fuerza. Podía quedarse en su rama, temblando de miedo, o podía hacer algo. Observó el entorno, buscando una salida. Sus ojos recorrieron la selva, analizando cada rincón. Entonces lo vio: una roca cubierta de líquenes pálidos. Era su única oportunidad. Inspiró profundamente, llenando sus pulmones con el aire denso y húmedo de la selva. Tenía que ser rápido, tenía que ser valiente.
Con un impulso, se soltó de la rama y comenzó a descender con cuidado, sus patas aferrándose al tronco rugoso. Cada movimiento debía ser preciso; cualquier error lo expondría aún más. Los otros camaleones lo miraban con desconcierto. ¿Qué estaba haciendo? ¿Había perdido la razón? Pero Nivo no se detuvo. Con determinación, avanzó hasta llegar al suelo y, con un rápido movimiento, se deslizó sobre la roca.
Allí, en la luz directa del sol, su piel blanca dejó de ser una maldición y se convirtió en su mayor ventaja. Parecía una extensión de la roca, invisible para el halcón. Se quedó completamente inmóvil, su respiración controlada, su cuerpo fundiéndose con el paisaje. Desde lo alto, el depredador escaneó el suelo, pero Nivo no estaba allí para sus ojos afilados. Era solo una parte más del mundo que lo rodeaba.
Los otros camaleones lo observaban con asombro. Entendieron lo que debía hacer. Uno a uno, corrieron tras Nivo y se agruparon junto a él, confiando en que su color confundiera al depredador. Y funcionó. Desde las alturas, el halcón ya no distinguía a sus presas y, frustrado, se alejó en busca de comida más fácil.
El bosque quedó en silencio, y los camaleones, que antes se burlaban de Nivo, ahora lo miraban con respeto.
—Nos has salvado —dijo uno con gratitud.
—Tu color no es una debilidad, es un don —añadió otro.
Desde entonces, Nivo dejó de esconderse y, aunque seguía siendo distinto, ya no caminaba solo. Su piel blanca, que alguna vez lo hizo sentirse aislado, se convirtió en el símbolo de su ingenio y valentía. Y así, entre las sombras y la luz de la selva, el camaleón blanco encontró su lugar.

2 comentarios
Muy bella tu historia.
Gracias por compartir tu proyecto con nosotros.
Hermosa historia, felicitaciones.
Entra o únete Gratis para comentar