Al dejar de pelearse con los errores y mejor elegir convivir con ellos, aparece una nueva actitud que vuelve a relacionar al ilustrador con su propio trabajo imperfecto, con nuevos lazos mucho más saludables y sobre todo mucho más ligeros.
Cuando negamos e intentamos corregir duramente nuestros errores, puede aparecer una autoexigencia que si dejamos crecer exageradamente, nos puede ir jalando, primero de poco y luego de mucho hasta desviarnos y dejarnos en un lugar en donde se vuelve cada vez más difícil sentir el disfrute por hacer algo tan noble como es dibujar.
Pelearse tanto con los errores puede volverse un obstáculo para la creación suponiendo también una carga extra de estrés que ya de por si vamos jalando y trayendo una neblina para una mente que, ahora más preocupada por alcanzar algo, casi se olvida de experimentar algo.
Dejar de pelearnos con nuestros propios errores permite abrir un espacio más amable para que a la próxima vez que nos “equivoquemos” nos tomemos un tiempo para considerar la posibilidad de convivir con ellos y considerar también la posibilidad de incluirlos como parte de nuestro trabajo.
Aceptar que estos errores son en sí mismos la contracara de cada acierto y que, debido a esto, aciertos y errores nos vuelven el creativo que somos, crea la posibilidad de intentar crear un diálogo (y quizá un estilo) utilizando ambas caras de la moneda, sabiendo que los errores suelen dejar ver más a menudo los aspectos más honestos de cada persona.
¿Esto quiere decir dejar de buscar mejorar constantemente?
Nunca, pero quiere decir un cambio de actitud con la que elegimos mejorar.
Podemos aligerar nuestra búsqueda de la mejora cambiando el conflicto como punto de partida y movernos a un lugar mucho más calmado de aceptación en donde existe la tranquilidad que viene de dejar de perseguir tan exigentemente.
Dibujar sin la posibilidad de borrar, es una práctica que puede ayudar a volver a relacionarnos con nuestro trabajo. Para ver innegablemente las cosas que a uno le gustaría mejorar, para ver las cosas que nos gustaría tirar, para ver sin posibilidad de ocultamientos las cosas que nos gustaría cambiar y, también, para ver aquellas otras que mejor nos gustaría conservar.
Convivir así con los errores nos permite reencontrarnos en nuestro trabajo.
Porque dejar de pelearse con los errores es también dejar de pelearse con uno mismo.
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¡Nos vemos allí!
El Profe.